Trato de no ser triste al escribir ni de impregnar las palabras
de melancolía, sin embargo, he aprendido que la ausencia pesa mucho más que el olvido o cualquier otro sentimiento que nunca antes me hubiera embargado.
Te veo en mis palabras y te hablo en mis sueños, tanto que a veces no sé dónde acaba la palabra ni el sueño, o si tal como lo presiento, estos forman parte de una realidad que sólo es imaginación.
Así te vi, así te hablé, por ejemplo en las frases y los objetos
del poeta Neruda, en La Chascona (su casa barco), una tarde soleada a los pies del cerro Santa Lucía, en Santiago de Chile. Ensoñación
por todas partes, luz, mariposas y una de ellas que traía el verso escrito [ ‘Hoy es hoy y ayer se fue, no hay duda’ * ], en medio
de un aura azul violácea… De alguna manera, eras tú.
Ahora ese verso está aquí. Y así por el verso como por tantas otras cosas, detalles e incidentes, es que yo sigo dudando que en verdad
te hayas ido, pues transitas en nuestro presente, sólo que al dejar
la corporeidad te has vuelto atemporal, eterno. Así permaneces, inexplicable. Incluso, en mis palabras melancólicas. Quizá en mi ensoñación o en mi locura, en ese corto concepto de lo que es verdad o no. Me comunico contigo y te siento.
Y te extraño.
Mañana cumplirías años, 2 menos que yo a pesar de que siempre asumiste el papel del mayor y me cuidabas. Lo cierto es que
lo sigues haciendo. Y nunca acabarás de sorprenderme.
En la luz que revolotea, ojalá te tuviera físicamente para darte
un gran abrazo. Así como ayer, hoy, siempre... sin que el tiempo
sea condición.
Te quiero mucho, querido hermano.
[ * Neruda, Pablo. Celebración. ]
Javier
P I D OOS I L E N C I O
Pablo Neruda
[ Fragmento ** ]
Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.
Sucede que soy y que sigo.
No será, pues, sino que adentro
de mí crecerán cereales,
primero los granos que rompen
la tierra para ver la luz,
pero la madre tierra es oscura:
y dentro de mí soy oscuro:
soy como un pozo en cuyas aguas
la noche deja sus estrellas
y sigue sola por el campo.
Se trata de que tanto he vivido
que quiero vivir otro tanto.
Nunca me sentí tan sonoro,
nunca he tenido tantos besos.
Ahora, como siempre,
es temprano.
Vuela la luz con sus abejas.
Déjenme solo con el día.
Pido permiso para nacer.
[ ** De Estravagario, 1958. Fotografías de Javier Carlo.
Cementerio de Recoleta. Buenos Aires, Argentina. 2007. ]