23 marzo 2008

Santa Semana

A L G U I E NED EE' T E CE5 0 '

[ Auditorio Nacional de la Ciudad de México ]

Esta semana –simplemente– quería que pasara algo sensacional
de la manera
menos esperada. Y ocurrió.

Más allá de lo que implica ver a un cliente en lunes de puente,
dejar inconclusas unas listas de calificaciones o una sesión de trabajo, postergar un viaje en compañía de un buen amigo o encontrar cerrado el restaurante que más me gusta de Cuernavaca, la semana me sorprendió con algunos de los tesoros más grandes que tengo en la vida: mis amigos, mis recuerdos, la euforia que se puede producir –en efecto– de la combinación de ambos. Euforia que alguien es capaz de despertar cuando este mismo alguien encarna un recuerdo de hace 15 años. Alguien que llega de repente y hace una jugada exitosa.

Hay quienes atesoramos recuerdos, experiencias, anécdotas, olvidándonos –paradójicamente– de aquello que nos hizo felices
en otro tiempo.

–No sólo lo vi, sino que lo viví–, me dijo con las palabras cargadas
de emoción. Y a la distancia, cuántos de quienes vivimos ‘TEC 50:
El Éxito de la Jugada’, somos aún capaces de conmovernos con ese
gran espectáculo que fue la conmemoración de los 50 años del Tecnológico de Monterrey (1993), el cual nos permitió no sólo presentarnos en las sedes de nuestros campi: Chiapas, Veracruz, Cuernavaca, sino en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.

Lamentablemente, Google ni YouTube parecen tener memoria
del evento, sin embargo, existe una memoria escrita y audiovisual,
pero sobre todo anímica, que es –todavía– capaz de transportarnos
a esa época en la que Bernardo Rubinstein (coreógrafo) nos daba
la oportunidad de ser parte de algo a lo que pocas veces tienen acceso los alumnos de una universidad, y eso es soñar despiertos, luchar con tal de que ese sueño se materialice en música, danza, canciones, ensayos
–¡muchos ensayos!–, así haya que padecerlo, porque es cierto que
para soñar y lograr los sueños hay que ser altamente competitivos.
Una memoria que he de confesar, yo mismo guardaba en un tubo oxidado de fotografía… hasta anoche.

Anoche que tuve la suerte de encontrar un espejo de tiempo y replicar las emociones que me hizo vivir TEC 50 con ese alguien a quien este evento también le marcó. Esta madrugada que fui lo suficientemente valiente para tomar la navaja y abrir ese tubo que encerraba no sólo al Javier Carlo de hace 15 años, sino a todos mis compañeros con los que sonreía despreocupado –quizá– frente una vida que justo entonces no sospechábamos, ya que vivir ese sueño era algo magnífico. ¡Lo era todo!

El instante encapsulado. El instante liberado. La caja de Pandora que
en este momento me hace sentir más vivo que de costumbre, así como darme cuenta de que en verdad he sido afortunado al vivir una serie de experiencias que –suene como suene– difícilmente pueden definir a una persona común y dar cuenta de ella.

Es arrogante mi comentario –lo sé–, más aún mi conclusión, pero TEC 50 luego de 15 años me ha hecho volver a comprender que sí ha valido
la pena ser la persona que soy, pues no cualquiera puede relatar
esta magia de ser alumno, actor, bailarín, cantante, reportero, dragón, sacerdote azteca, pieza de ajedrez, de fantasear y ser parte de
la concreción de tales fantasías como el detonante de un proyecto
de vida; en suma, atestiguar en sí mismo el implante de la semilla del emprendedor que ahora soy.

Alguien que soy y que también son aquellos que fueron parte de TEC 50: El Éxito de la Jugada. ¡Sin duda alguna!

[ El elenco de 'TEC 50' hace 15 años... ]

Los ojos en los ojos. Alguien en alguien. Javier Carlo –como siempre–
tan enamorado de la vida, de TEC 50, de los recuerdos. El encuentro sensacional: impredecible, que sin embargo me obliga a preguntar, ¿pasarán otros 15 años antes de que alguien me haga retroceder brutalmente en el tiempo, en la euforia, en lo que fue uno de
los proyectos más importantes de mi vida?

Si hablar de alguien así fuera algo más frecuente…

¡Estoy tan contento!

[ * I'm So Excited. Pointer Sisters. So Excited!, 1982. ]