25 marzo 2007

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T O P**5

[ Casa de Poeta Neruda en Isla Negra ]

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La constante del viaje ha sido la nostalgia.

Apenas retrocedo… el sol y la gente son los que prevalecen en
mi memoria, capaces de tornar las tardes grises y las lluvias torrenciales en recuerdos maravillosos, tanto como la soledad
y la melancolía que pudieron abatirme en un escenario así,
pero no lo hicieron. El sol, la gente y esa especie de cobijo que aún siente este ser tan [des]estructurado que hoy se reconoce –incluso– argentino.

Apenas retrocedo y aparece el recuento de mis momentos más añorados.


B U E N O S**A I R E S

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1. El barrio de San Telmo.
Mis anfitriones Javier y Pedro,
su compañía y todas sus atenciones.
Las pláticas, las caminatas y las anécdotas de la gente, que me hicieron ver que no es correcto vivir con los prejuicios promulgados en torno a los argentinos y porteños, porque no son ciertos. Las clases de tango en el local de Bolívar, el ambiente y la paciencia que me tuvieron mis compañeros.
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[ Bolívar casi esquina con Estados Unidos ]



2. El Obelisco
Del que estoy enamorado sin saber bien porqué. El cruce de las avenidas 9 de Julio y Corrientes, mismas que recorrí a pie, en bicicleta, en auto, en taxi y en camioneta, siendo todas experiencias inolvidables. Los teatros, los comercios así como las noches en esa zona tan emblemática de la ‘Ciudad de la Furia’.

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[ La 9 de Julio y Corrientes ]


3. El barrio de La Boca.
Caminito, sus casas –ahora tiendas y galerías– hechas del material de los barcos, así como sus alrededores.
El museo de Benito Quinquela, sus cuadros luminosos, coloridos y nostálgicos... También, el beso que me plantó una tanguera que se tomaba fotografías con los turistas (y que no me dejaba ir).


[ Colores en Caminito ]



4. Puerto Madero.
El paseo en bicicleta a través de la reserva ecológica (medio día de sábado); el hecho de insistir llegar a la puerta de ‘El Faro’ e imaginar que vivía en ese edificio. Las dársenas y la tarde que me emborraché de sol al ras del Puente de la Mujer, proyectado en largas sombras.


[ El Faro en Puerto Madero ]


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[ El Puente de la Mujer y Javo insolado ]


5. Los museos, los teatros
y las discotecas (boliches).
La vanguardia
, la fiesta
y el anonimato de los cuales
me revestí, sintiéndome por momentos un porteño más.
Mismos que me permitieron volver a hacer cosas que
hace tiempo no hacía, como desempolvar mi cámara e ir al teatro yo solo (con la ventaja de encontrar buen lugar de último momento), y a la distancia me hicieron apreciar mucho más mi entrañable Ciudad de México.

[ arriba: Floralis Genérica en Recoleta ]




[ El Centauro de Bellas Artes, el primero en posar para mi cámara. ]

Mención especial merecen el Casino Flotante (que nunca zarpa), donde Javier y yo perdimos y recuperamos los mismos pesos,
la Feria de San Telmo (símil de la Lagunilla), el mero domingo
de mi cumpleaños, así como la mesa de Federico García Lorca
en el café Tortoni… ¿será que España sigue rondándome?


[ Tango en la feria de San Telmo ]


A R G E N T I N A**Y**C H I L E

*


1. La playa Cozumel en Cariló, Mar del Plata.
La única en la que me sentí
un verdadero turista y en la que
me vestí del azul de la bandera de Argentina, entre los tonos del mar, el cielo y mi propio estado de ánimo. El bosque sobre las dunas y entrando al Atlántico. En definitiva, la mejor playa del viaje (aunque aquí la fotografía muestra el mar al atardecer).

[ 31 de enero, viendo hacia Mar del Plata y África. ]

2. La Chascona, La Sebastiana e Isla Negra.
Las casas de Pablo Neruda en Santiago de Chile y Valparaíso.
La entrada a un mundo hiper-
realista, con ese parámetro
que me ha convencido de que ser excéntrico no es algo que deba ser mal visto, sino comprenderse como algo necesario. Tan necesario como el Poeta Neruda, en quien puedo reflejarme. También en su mar, que al ser tan rebelde lo dejaron a orillas de su casa.

[ En la primera foto sale un OVNI ]















[Neruda no navegaba en mar porque en tierra igual bajaba mareado de su bote]

3. El carnaval de Gualeguaychú,
Entre Ríos. El carnaval de Argentina que corre a orillas
del Paraná y sobre las vías de una antigua estación de trenes.
Al compás de lo que a mí me pareció una canción que se repetía en distintas variaciones ‘Gualeguaychú, aquí aquí… El carnaval se vive así…’. Los trajes, los colores y el temperamento de esos argentinos, los menos prototípicos.

[ La fiesta de la que me contó mi amigo Esteban ]















[Alegría y manifestación en Gualeguaychú]


4. El pescado con Rúcula
que comí en el Restaurante
‘Amigos’ de Mar del Plata, luego de saludar a los leones marinos y pasear en el crucero Anamora, en medio de una tarde gris (del color de la plata, tal como diría Melina).
Ese sabor que me transportó vívidamente a tiempos, lugares y momentos que compartí con algunas de las personas más entrañables.

[ Un crucero bajo la lluvia ]


5. La visita a Concha y Toro, en Pirque (a orillas de Santiago). El vino, el Casillero del Diablo y la cosecha de
las uvas de mi año, ¡qué buenas están! También, las caminatas en el barrio bohemio de Bellavista y esa noche en
la disco, donde todo pasó.

[ Santiago, desde el Cerro Santa Lucía. ]

[*] Las fotos son mías, excepto foto del obelisco, de Caminito y tango en San Telmo.


05 marzo 2007

¡Cumpleaños!

2 (28.01)

Entre todo aquello que me hace un ser extraño, se encuentra la manía numérica. Por ejemplo, el hecho de distinguir entre la fecha de mi cumpleaños, el día en que éste se celebra y la cantidad de años que estoy dispuesto a asumir. Por ahora, no más de 32 (pese a la cábala).

00.00 horas, domingo 28 de enero. Javier [Cantero] ha convocado a una cena en uno de los restaurantes más emblemáticos del barrio de San Telmo, Buenos Aires, porque es mi cumpleaños. Esta es la segunda vez que lo celebro fuera de México, rodeado de personas que me brindan su afecto y me hacen sentir como si estuviera en casa.

¿Acaso Buenos Aires no ha empezado a adoptarme así como lo he hecho yo?

Ahí están Javier y Pedro, quienes me han sorprendido con su repertorio de canciones, incluyendo ‘Las Mañanitas’
a dúo. Y quienes me han regalado mi primer matera (aún no logro acostumbrarme al sabor del mate), ranita de la suerte incluida.


19.30 horas, sábado 3 de marzo. He convocado a una reunión en uno de los restaurantes de la colonia Roma, en la Ciudad de México, dado que hoy es 28 de enero y vamos a celebrar mi cumpleaños. Llego en compañía de Lorena y Paola, y con la campera que me compré en Buenos Aires. Por una u otra razón, me siento el hombre más envidiado del lugar y no es para menos.

En un lapso de casi 6 horas, nuestra mesa recibe a algunos de los amigos de antaño. Ahí están Isabel, Melina y Yashodara, entre otros. Rafa que se transforma en ‘Rafowich, el Nigromante’ y nos predice el destino.
Al final, todos cantan ‘Las Mañanitas’ y arman tremendo alboroto, de tal forma que no hay comensal que no se entere de que hoy estamos celebrando mi cumpleaños.

¡El número 32!



Pdta. Las fotografías son de San Telmo, yo las tomé. Más fotos en cuanto Isabel me las haga llegar.






En la foto estamos Paola, Julián, Melina, Rafael, Yashodara, Miguel, Isabel y yo. Del otro lado de la cámara, Lorena.