07 julio 2007

Graduación

F I N A L LD EL T E M P O R A D A

[Javo de toga en la segunda butaca de la tercera fila. En Bellas Artes.]

Buena parte de las escuelas concluyen sus ciclos académicos
esta semana, entre ellas algunas universidades. Sin embargo,
hay instituciones que al no operar con períodos semestrales
se encuentran a mitad de cuatrimestre, o bien ofrecen cursos
de verano, incluso cursos modulares.

En consecuencia habemos profesores que justo esta semana
no sólo cerramos sino que abrimos y estamos a mitad de período, que revisamos actas, exámenes y tareas, además de programar
–también– una semana de vacaciones entre julio y agosto, la cual
no pocas veces pactamos con sangre, sudor y lágrimas.

En medio de tanto ajetreo, conocemos nuevos alumnos,
nos reencontramos con algunos otros y nos despedimos inevitablemente de aquellos que dejan las aulas para emprender
su propio camino, muchas veces sin sospechar (o admitir) que nosotros los profesores hemos sido alumnos de nuestros propios discípulos y quizá hemos aprendido más de ellos, al permitirnos guiarlos y ser parte de su vida académica.

Una de las satisfacciones más grandes que he tenido como profesor ha sido asistir a los exámenes profesionales de mis alumnos,
así como a sus ceremonias de graduación, formar parte del protocolo, de la fiesta y esos primeros momentos en que les cae
el veinte de que la escuela ha dejado de existir, de ser parte de
las obligaciones, de la rutina, del tener que despertarse muy de mañana, en fin… lo cual puede definirse sólo a partir de una serie
de sentimientos encontrados, que por lo general va de la euforia
a la nostalgia, misma que nos contagian a nosotros sus profesores.

Y es que también tenemos nuestro lado sentimental, aunque
no siempre lo dejemos ver.

Hace unos días tuve el gusto de asistir a la ceremonia de graduación de la Universidad de Las Américas, que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes, acompañado de mi amiga Paola Zazueta, donde ocurrieron algunas cosas muy graciosas, entre ellas que me confundieran con un alumno (para variar) y casi no me dejaran entrar como parte del claustro de profesores, o que mi jefa la Doctora Cecilia Porras ensartara el gancho que sujeta la capa de la toga
en una de mis corbatas favoritas ¡snif!

En unos días más asistiré a la ceremonia de graduación de mis alumnos de Maestría de la Universidad Justo Sierra, el primero de mis grupos que se conforma de puros docentes, todos ellos mayores que yo, excepto uno, y con quienes puedo decir que llevo una relación muy buena pese a la diferencia de edades o a mis tontos prejuicios que de repente me hicieron sentir poco apto para darles clase, pero luego de un semestre tal parece que la experiencia sí les gustó.

En uno y otro caso, en todos los casos, la verdad es que me siento muy emocionado de formar parte de la vida académica de mis alumnos y verlos emprender sus propios caminos, o bien reorientarlos con más información y nuevas expectativas. De alguna manera, sé que ellos reflejan parte de lo que yo soy y por eso mismo me siento responsable de ser –quizá– uno de los modelos a los que puedan recurrir para conducirse en la vida.

Los profesores –¿saben?– también estudiamos mucho, casi a diario, nos desvelamos y dejamos de hacer cosas con tal de ofrecer a nuestros alumnos lo mejor de nosotros mismos. Y aunque casi siempre nos toca el papel de ser duros y estrictos, incluso villanos, cualquier esfuerzo vale la pena con tal de ver a un egresado portar
su título en dichas ceremonias; así mismo, corroborar paradójica-
mente que cada semestre tenemos más colegas y sin duda alguna más competidores a nivel profesional.

Sin embargo, nosotros los conocemos a todos ellos, así que por eso les llevamos cierta ventaja, ¿no lo creen?

En tanto que sigo siendo alumno y no pocas veces he carecido de
un buen respaldo por parte de mis profesores, de corazón aprovecho para decirles a todos mis alumnos que me da mucho gusto ser
su profesor. Neto.

¡Muchas Felicidades!



LA FIESTA QUE FALTABA...

[ Comentario subsecuente. Agosto 10.]

Acudí a la fiesta de graduación de mis alumnos de la Universidad Justo Sierra en compañía de Lorena Estrada. Ella despampanante
en un vestido recto de color negro, bordado de espigas doradas.
Yo muy formal, de traje gris oscuro y corbata plateada.


Esa noche, cabe señalar,
no sólo tuve la oportunidad
de hacer entrega de los diplomas a los maestrantes, sino de protagonizar –también– la nota de color de la fiesta.
*


[ We're gonna rock, gonna rock around the clock tonight... ]


Lorena y yo, al querer cerrar nuestra pieza de rock and roll
con 5 vueltas seguidas y una inclinación ‘leve’, caímos estrepitosamente en uno de los laterales de la pista del Centro Cultural del México Contemporáneo, ante la mirada atónita y risueña de todos mis ex-alumnos, quienes de inmediato fueron en nuestro auxilio y nos llevaron cargando hasta la mesa, en medio de
un ataque de risa (al menos de mi parte, eso seguro).

La pista enorme, las palmeras tan erguidas y la roca colosal
de papel maché que pende justo al centro del salón, así como
una que otra cámara indiscreta, fueron espectadores de semejante epopeya (en argot coloquial, tómenlo como ‘oso’, sino es que ‘osote’), en medio de un silencio espectral que la propia banda nos dedicó, pues pude percatarme que los baquetazos no volvieron
a marcar compás hasta que Lorena y yo estuvimos sanos y salvos
en nuestros lugares. Ambos nos repusimos en un lapso de 2 ó 3 canciones y en seguida regresamos a la escena del crimen, procurando no volver a meter la pata.

A casi 2 semanas del incidente, aún me duelen mi codo, mi rodilla
y una buena parte de mi amor propio... Me pregunto, ¿acaso habrá
una versión de ese final de baile en YouTube?


8 comentarios:

alvarolberron dijo...

Si tan solo supieras, si tan solo entendieras lo difícil que me es escribir, lo difícil que me es expresarme por escrito comprenderías muchas cosas, acabo de ver una foto tuya tuya, no te diré cuál y me trajo tantos recuerdos...
En fin, felicidades por todos tus logros, trabajaste para conseguirlos, te lo mereces...
Te quiero mucho!

Anónimo dijo...

Mi queridisimo JAVO,
felicidades por poder compartir con las nuevas generaciones tus conocimientos y experiencia un beso desde la trinchera.
Ms. Ilis Shirley

Anónimo dijo...

Cada vez estoy más convencida que para ser profesor, se debe tener una gran vocación; donde buscamos hacer mejores y más preparadas personas.

Gracias por resumir en tu texto, la experiencia de ser guía en la vida de los alumnos; y por
recordarnos el por qué damos clase.

Estoy segura que has dejado una gran huella en la vida de tus alumnos, pues eres un gran profesionista.
Te quiero
Yanet

Anónimo dijo...

Me encantó darme cuenta de que descubriste el lado oscuro, el cual puede ser iluminado por el solo hecho de descubrirlo, de la enseñanza: no repetir lo que en nosotros nuestros profesores fallaron, como es el caso de que a tí no te dieron el apoyo o la supervisión debida. A mi me pasó y traté de corregir ese problema que pasó a ser mío. Justo es decir que muchos colegas nunca se dan cuenta de ello y repiten indefinidamente ese equivocado patrón, que, no pocas veces, crean una intrínseca cadena involuntaria. Felicidades.

Gina dijo...

Karlo, creeme que no hay palabras para describir mi gratitud para contigo,pues eres un ser maravilloso que durante tus clases impecables nos diste luz y vida, y nos diste la oportunidad de transportarnos a otro momento del conocimiento. Y si el poder transmitir el conocimietno no es nada fácil pero tu lo haces impecable, por eso siempre estarás en mi mente y en mi corazón.
Oye, "yo soy más pequeña que tu heee"
Con mi admiración y respeto para ti.

Anónimo dijo...

Mtro. Carlo,

Fue un verdadero honor haber recibido clase con Usted, es grande entre los grandes.

No cambie, ya que gente como Usted no se encuentran a la vuelta de la esquina.

reciba mi admiración y mi cariño.

Con respeto,
Ivette

Anónimo dijo...

jajjajaja Ahora me has hecho reir, ya me imagino al "PAR" ahi bailando jajajjaja. Dios los hace y el par se juntan!!!!! si son tal para cual en escenas de ese tipo jijiji
besos
Ms. Ilis Shirley

Anónimo dijo...

Amigo mío, ese "oso" solo es una chispa en la oscuridad de la que hablabas para iluminar tu camino con la alegría que suele caracterizarte. Disfrútalo cada vez que lo recuerdes para que vuelva a iluminar tus pasos. ¿No será que Leo te hizo esa bromita para decirte "hey, alégrate ¡Sonríe!"?