20 septiembre 2007

Incontables

E S O S SMO M E N T O S SD E PP A Z


[ Sabrán porqué estas fotos salieron taaan caras ]



08.58 [ lunes ]

Una caminata por el malecón de La Paz.

En Baja California Sur,
el tiempo corre una hora detrás del acelere de la Ciudad de México. Así, da la impresión
de que el día es más largo.

Por la mañana, Jorge suele dejarme en el cruce de Álvaro Obregón y Mutualismo, cerca
de la escultura de la sirena y el delfín, antes de ir a su trabajo.

Yo no me canso de andar por este paseo de lozas colores arena y marrón, tanto que el primer día fui capaz de caminar no sé cuántos kilómetros hasta donde concluye, fuera de la ciudad, cerca de playa Coromuel. Quería llegar al acuario, sin embargo, el malecón termina en una zona de obras, por debajo de la carretera que lleva a dicho lugar, hecho que frustró mi objetivo.

Esa caminata, cabe señalar, fue la responsable del color que todavía luzco, así como de la insolación que me tiró en una de las bancas que están junto al kiosco, una vez que regresé y me tomé unos 2 litros
de agua, quedando una sopa de Javo. También, de una llamada de atención por parte de Álvaro, puesto que [‘…nadie camina en el sol de La Paz justo a medio día’].

Ya luego me enteré de que el acuario estaba cerrado.


15.24 [ jueves ]

Nadar en el acuario más grande del mundo.

La camioneta de Fun Baja pasó por mí pocos minutos después de las 8 de la mañana. Una embarcación saldría de Marina Palmira a la isla Espíritu Santo, donde un grupo de buzos (3 japoneses y 2 gringos) haría 3 inmersiones, las 2 primeras a las faldas de la isla, la otra
en un punto donde el gobierno hundió un barco con fines turísticos.

Pero esta vez yo no iba a bucear –lo siento amigos de Gaalho, critíquenme–, sino a disfrutar del confort y la seguridad que brinda uno de estos circuitos por el Mar de Cortés, denominado el acuario más grande del mundo.

Los buzos descendieron. Antonio,
el asistente que me asignaron, y yo decidimos esnorkelear cerca de la colonia de leones marinos de Isla Partida. Toño, en cierto momento,
me previno de un macho que pasó
junto a nosotros, el cual yo no vi.
Lo que sí vi fue una multitud de peces de franjas amarillas y naranjas, llamados taxi, entre los que descendí varios metros, advirtiendo ese dolor de oídos que hace 3 años no sentía
(cuando obtuve la certificación de buzo).

Más tarde, otro bote nos llevaría a Ensenada Chica, una playa con
las comodidades suficientes para sentirse en el paraíso. Toño y yo recorrimos la bahía en kayak y luego comimos Marlin, uno de los peces más célebres de la península. Yo aproveché para tomar varias fotografías. Mi teléfono móvil, en cambio, aprovechó la locación
para echarse un clavado en esas aguas de rayas enterradas, y hacer mi experiencia ¡más intensa!


[ Javo en bote y con el celular en una de las bolsas ]


Ya de regreso, nos detuvimos en la zona donde se encuentra el
barco hundido. Los buzos se quejaron todo el tiempo de la falta
de visibilidad, en efecto no era mucha (pues se acercaba un huracán).


Por el contrario, yo me descubrí en
la alberca más grande y azul que nunca haya imaginado, practicando mi nado
y mis clavados, recordando –también– los consejos de mi instructora Yazmín.
A lo lejos, una mantarraya saltaba enorme, claro, con mucho mejor
técnica que la mía; un momento único,
a escasos metros de ‘mi yate’.


Sin duda, ¡era el hombre más afortunado del mundo!

Y justo ahora que lo recuerdo, no puedo dejar de sentir el plúmbago de ese mar, astillando los ocres del desierto.

... la tarde caía a gotas.


[ * Fotografías de Jorge Acosta y Javier Carlo.
La Paz, Baja California Sur, México. 2007. ]

[ * Escultura de Guillermo Gómez Mac. El Viejo y el Mar. México. 2004. ]

1 comentario:

Carlos Alberto Ruiz dijo...

Gracias Carlo, siempre se agradecen los buenos comentarios, más cuando vienen de una persona crítica, como es tu caso; podría seguir escribiendo adjetivos que caracterizan tu personalidad, sin embargo, de hacerlo así, nuestros comentarios se transformarían en una especie de ping pong de guayabazos, y creo que no sería muy sano. Por otro lado creo que lo que sí cabe es el reconocimiento de un respeto mutuo y la intención permanente de leer al otro. ¡Gracias por todo!